Roca y Bayer, patética guerra contra sus monumentos

Por Roberto Azaretto | 20/04/2025

La erradicación con una topadora de un monumento a Osvaldo Bayer es una más de las torpezas a las que nos va acostumbrando un gobierno que habla de batalla cultural porque plantea una guerra, algo iliberal.

El que esto escribe ha disertado en distintas tribunas y escrito en diversas publicaciones sobre el general Julio Argentino Roca. También pertenece a un instituto histórico que lleva su nombre. El que escuchó o leído a quien firma esta nota, no puede tener dudas sobre el respeto y admiración que tiene hacia el estadista que construyó el estado argentino.
Días pasados la erradicación con una topadora de un monumento a Osvaldo Bayer en una ruta de Santa Cruz, provincia de la que era nativo, fue noticia. La reacción de numerosas personalidades de distinto pensamiento hizo que el gobierno anunciara la reubicación de esa escultura. Una más de las torpezas a las que nos va acostumbrando un gobierno que habla de batalla cultural porque plantea una guerra, algo iliberal.

Osvaldo Bayer fue un intelectual anarquista. Impulsó durante años una campaña promoviendo la destrucción de los monumentos que homenajean al general Roca al que, banalizando la palabra y el concepto, calificó de genocida, verdadero disparate para los que estudiaron esa guerra prolongada con combates sangrientos y victorias y derrotas.

Bayer afirmó que la Patagonia no era ni argentina ni chilena, que era de los indígenas. También en su libro más conocido que inspiró el Film de Héctor Olivera, “La Patagonia Rebelde”, no muestra ni el contexto internacional con el clima de agitación y de revolución social que se vivía como consecuencia de la revolución rusa ni la participación de soldados chilenos disfrazados de peones entre los huelguistas.

Sarmiento cuando tituló el Facundo, no escribió Civilización o Barbarie sino Civilización y Barbarie. Así nos definió a los argentinos en nuestras contradicciones, todos somos algo civilizados y bárbaros. El Bárbaro que está dentro de nosotros podría decir: ”quiso demoler estatuas de los constructores de este país, ¡que se joda!» .

Pero otros creemos que nuestro pilar fundante es la libertad y hemos incorporado como parte de nuestra identidad los aportes de las revoluciones liberales del siglo XVIII, la ilustración, las instituciones que limitan el poder de los que gobiernan y los que controlan otros aparatos del poder. Por lo tanto, no aceptamos la imposición de relatos ni policías de la palabra como ha sucedido con los K y ahora con estos educados a medias que influyen en el gobierno y siguen promoviendo grietas en las que el simplismo pretende buscar la renuncia al pensamiento crítico para erosionar los controles y obstáculos que las instituciones erigen a fin de evitar las tentaciones autocráticas, como tienen esta diarquía fraternal y la diarquía matrimonial anterior.

Roca, que hace 120 años inició el reclamo anual reivindicando la soberanía sobre las Malvinas, ha sido agredido por Bayer. No lo hubiera hecho Roca, que promovió la reforma electoral que llevo a una banca en el Congreso al socialismo. Cuando se encontraba en sus paseos con jóvenes de esas ideas conversaba con ellos y no les negaba el acceso a los cargos.

Hay otras maneras de agraviar a Roca, como es elogiarlo en el discurso, pero decir que el estado no debe ocuparse de la educación, cuando él fue el presidente de la ley 1420 de enseñanza gratuita y obligatoria y de las primeras escuelas industriales. Se lo agravia cuando no se hacen obras públicas siendo Roca el presidente que hizo crear el ministerio de obras públicas y las construyó en todo el país en tanto progresista (palabra hoy maltratada y mal utilizada). También se lo agravia erosionando las jubilaciones, siendo Roca el creador de las primeras cajas de jubilaciones, así como el promotor del Código Nacional del trabajo.

Un gobierno que pretende reivindicar los menemistas años 90 del siglo XX, y por cierto lo hace en sus enormes falencias como los intentos de tener una Corte adicta, debería recuperar el espíritu de pacificación y convivencia que hubo en esos años en los que para repatriar los restos de Rosas no se agravió a Urquiza o a Mitre.

En el cruce de las Avenidas Sarmiento y del Libertador en Buenos Aires, con el monumento de los españoles en el centro, observamos en diagonal y a corta distancia las esculturas que recuerdan a Rosas y a Sarmiento y sobre esa misma avenida Sarmiento a doscientos metros la de Urquiza. Es que, parafraseando a Borges, todos somos la patria y nadie la es por sí solo.

Para convivir pacíficamente una sociedad tiene que estar dispuesta a aceptar al que piensa distinto, sin renunciar a sus convicciones y tratando de convencer, nunca imponiendo. Algo tan sencillo como no hacer al otro lo que no me gusta que me hagan a mí.

Una sociedad libre está reflejada en la frase que Evelyn Hall en su biografía de Voltaire -“Los Amigos de Voltaire”, de 1906- pone en su boca: “Desapruebo lo que dice, pero defenderé con mi vida su derecho a decirlo”. ¡Que cada uno honre a sus muertos!

* El autor es presidente de la Academia Argentina de la Historia.