
«Quiero agradecer al Señor Gobernador de Tierra del Fuego Antártida e Islas del Atlántico Sur Gustavo Melella por su invitación a estar con ustedes presente en este 2 de abril en que conmemoramos el 43 aniversario de la recuperación de nuestras Islas Malvinas. Quiero agradecer la presencia de también del Intendente, de la Vicegobernadora, de las autoridades del Congreso Nacional y autoridades provinciales, pero sobre todo quiero dirigir estas palabras y todo mi afecto a los veteranos de la guerra de Malvinas.
El 2 de abril de 1982 bajo la advocación de la Virgen del Rosario nuestras Fuerzas Armadas recuperaron la soberanía sobre las Islas Malvinas izando el pabellón nacional en Puerto argentino, tras 149 años de invasión británica. Vendría luego el fracaso de una intensa gestión diplomática, el comienzo de los enfrentamientos, el hundimiento del crucero General Belgrano, la respuesta de nuestras fuerzas y el hundimiento de varios buques británicos, el desembarco enemigo, los duros combates, la derrota y la rendición.
No habían regresado aún al continente nuestras tropas cuando ya se puso en marcha una campaña de desmalvinización que durante años asoló a nuestro pueblo, pretendiendo imponer un relato maliciosamente tergiversado sobre la actuación de nuestros militares durante el conflicto.
Se habló de los chicos de la guerra, de la ineficiencia, cobardía, falta de preparación y todo tipo de mentiras destinadas a desmerecer a nuestros hombres de armas. Fruto de esa maquinación los veteranos de guerra, soldados y militares, fueron escondidos a la sociedad. Nuestras Fuerzas Armadas fueron desprestigiadas, perseguidas y desarmadas, y el recuerdo de la guerra se limitó al de un hecho vergonzoso que debíamos olvidar.
Paradójicamente, los primeros reconocimientos vinieron del enemigo que, en sus libros y declaraciones, dejaron testimonio del profesionalismo y arrojo de nuestras fuerzas. Pero a pesar de la magnitud de esta campaña nuestro pueblo comenzó una resistencia silenciosa pero constante y tomó la causa Malvinas como propia. Lejos de dejarse someter impuso el recuerdo de la gesta y manifestó su voluntad irrenunciable para recuperar nuestras Islas.
Aún en una sociedad fracturada donde su clase política sumergida en una decadencia alarmante promueve deliberadamente la división con discursos de odio, la causa Malvinas es la única prenda de unidad de nuestra Nación. Es decir, mientras Argentina sufre graves niveles de pobreza, las potencias extracontinentales se están llevando del territorio argentino una cuantiosa fortuna en alimentos y energía.
A eso se le suma el daño que causan en el Atlántico Sur. Respondiendo al llamado del Papa Francisco en la Encíclica Laudato Sii, debemos implementar políticas hemisféricas que aseguren el cuidado de nuestra casa común que es América, frente a la avidez de las potencias extracontinentales que saquean, degradan y agotan las riquezas de nuestro océano.
Ello exige la implementación de políticas continentales que protejan la sustentabilidad de nuestros recursos. Por estas razones todo lo vinculado a esta zona compromete la defensa nacional y consecuentemente la defensa hemisférica.
En otras palabras, la seguridad del Atlántico Sur no puede quedar en manos de una potencia extracontinental. El desafío que aquí se presenta exige acuerdos entre los países de nuestro continente, del Ártico al Antártico, para fijar las políticas de defensa hemisféricas.
Un año atrás recibimos la visita de la entonces Jefa del Comando Sur de los Estados Unidos, General Richardson. En esta misma ciudad, a pocos kilómetros de nuestras islas Malvinas, en un acto donde se entonó la marcha de las Malvinas, se anunció la intención de reforzar la presencia argentina mediante la construcción de una base naval integrada que sirva también como polo logístico antártico. Dicha construcción fue promovida y contaría con la colaboración de los Estados Unidos convirtiendo a la Argentina en la puerta de entrada al continente blanco. Se reconocía entonces que Argentina es un país bicontinental.
Al día siguiente recibimos en el Senado de la Nación a la General Richardson donde abordamos temas estratégicos como energía, alimentos, desafíos continentales y política hemisférica.
En Europa y en Asia hay guerras por energía y por alimentos. El Papa Francisco dijo que hay una guerra mundial en partes. América es un continente de paz, no queremos que traigan sus guerras a nuestra región y este es el desafío de la actualidad y del futuro en el Atlántico Sur y nuestro país debe definir una política clara y sin ambages, de defensa nacional y de defensa de sus intereses en la región, estableciendo alianzas conducentes con las demás naciones americanas en una verdadera política hemisférica.
Y hasta acá la cuestión política, pero quiero llegar entonces al verdadero y más profundo propósito de mi discurso que es el reconocimiento a los héroes de Malvinas. Porque cada uno de los hombres y mujeres que en aquel otoño de 1982 participaron en la guerra de Malvinas son héroes de nuestra Patria. La guerra de Malvinas es la mayor gesta militar de la historia argentina. Un país débil enfrentando a una de las mayores potencias nucleares de la tierra, y a fuerza de coraje, Ingenio y profesionalismo, le infligimos un daño considerable que aún hoy, 43 años después, siguen ocultando.
Voy a detenerme en el coraje de nuestros militares. Dice Borges con mucha razón: “entre las cosas hay una de las que no se arrepiente nadie en la tierra, esa cosa es haber sido valiente” y nuestros soldados fueron valientes, lo demostraron en la guerra enfrentando a los ingleses, por eso todo aquel que derramó u ofreció su sangre en Malvinas, hoy es mi hermano, es hermano de todo el pueblo argentino.
No tenemos que buscar héroes en las películas extranjeras ni en el fondo de la historia. Los héroes de la Patria están enterrados en las Malvinas y en el Atlántico Sur, pero también los héroes de nuestra Patria viven con nosotros, caminan junto a ustedes en nuestras ciudades, en nuestros pueblos del interior. Son los que arriesgaron sus vidas para enfrentar al enemigo y hoy son el testimonio palpable del coraje de nuestros soldados. Sus nombres nos tienen que ser familiares: Giachino, el perro Cisneros, Estévez, el soldado Cao, Vázquez y tantos que en la historia serán resucitados por su recuerdo viviente.
El hundimiento del Sheffield, el ataque al portaaviones Invencible, el combate de los SAS contra nuestros Comandos, el ataque en Bahía Agradable -el día más negro de la flota inglesa-, los combates alrededor de Puerto Argentino, deberían ser hechos conocidos por todos. Las hazañas, la valentía y el sacrificio de nuestros héroes deben ser enseñados a nuestros a nuestros jóvenes que recuperarán de ese modo el orgullo de ser argentinos.
Por eso convoco a todos los argentinos a emprender un proceso de malvinización, a reconocer y a honrar a nuestros héroes, porque Malvinas nos une como Nación y en ese reconocimiento hacia los hombres y mujeres de nuestras Fuerzas Armadas y Fuerzas de Seguridad que lucharon en Malvinas, está el pilar desde el que comenzaremos la reconstrucción de nuestro amado país.
Por ellos, por nuestros muertos en la guerra, por los que pelearon en San Carlos, en Darwin, en Pradera del Ganso, en Monte Longdon, en Dos Hermanas, en Harriet, en Tumbledown y en los demás combates, por nuestros pilotos, por los pibes de Malvinas que jamás olvidaré y porque siempre el coraje es mejor, Viva la Patria, Viva la Patria, Viva la Patria.»