Por Claudio Chaves | 08/09/2024
Así cantaban los Republicanos en medio de la Guerra Civil Española, letra que bien puede hoy inspirar al sector político-ideológico antagónico al de la izquierda. El acto que encabezó la vicepresidente, Victoria Villarruel, el 27 de agosto en el Senado Nacional podría ser el inicio de que la tortilla se vuelva, al poner las ideas en un orden diametralmente opuesto al que el peronismo/kirchnerismo lo colocó durante los últimos veinte años.
Será de esta forma si la dirigencia identificada con el actual gobierno, valora la historia como herramienta fundamental de la política, tal como lo señalara Juan B. Alberdi: “Entre el pasado y el presente hay una filiación tan estrecha que, juzgar el pasado, no es otra cosa que ocuparse del presente. Si así no fuera, la historia no tendría interés ni objetivo”
De modo que no se trata de hurgar el pasado por vocación arqueológica. Es la única salida que han dejado los que echaron para atrás el indulto que propuso el doctor Menem. Ahora solo queda desbaratar la trampa ideológica del kirchnerismo, investigar, y eventualmente castigar con la cárcel, a aquellos dirigentes subversivos que no solo ensangrentaron al país sino que con sus horrendos crímenes realizaron lucrativos negocios. Se verá si son o no punibles. Pero en tal caso esto no es lo importante.
Transcurridos más de sesenta años, lo central hoy, es, que los terroristas reivindicados por el gobierno kirchnerista, ponderados y exaltados como una juventud maravillosa, lo mejor que supimos producir como argentinos, no se la lleven de arriba en la historia del país. ¡Ahí está el nudo! Que quede claro y de manera ejemplificadora para el futuro, que hubo un momento en nuestra Patria, que otra generación y otro tiempo mandó a parar, y poner las cosas en su lugar.
UNA VANGUARDIA USURPADORA
La guerrilla usurpó un espacio que no le correspondía, para el cual nadie la convocó. No se necesitaba de ella para retornar a la democracia violentada desde 1955. Con las maniobras de Perón apoyando a veces el voto en blanco otras sosteniendo a Frondizi; con el giro que el radicalismo de Balbín desarrollaba para acercarse a Perón, incluso el formidable cambio del general Aramburu dispuesto a conversar con el exiliado y permitir su participación en elecciones que planificaba realizar una vez desplazado Onganía. Sumado las gigantescas protestas del interior del país, todo marchaba hacia una salida democrática, naturalmente con los inconvenientes propios de una época convulsionada.
Frente a esta situación las organizaciones subversivas no eran necesarias. Por el contrario, eran perjudiciales. El elitismo iluminista siempre es malo.
El asesinato de Aramburu planificado y desarrollado por Montoneros perseguía el objetivo de impedir la institucionalización del peronismo. En el comunicado de su secuestro fueron claros: “Aramburu significa una carta del régimen que pretende reponerlo en el poder para tratar de burlar una vez más al pueblo con una falsa democracia.”
Perón estaba al tanto de las maniobras de Aramburu (desplazar a Onganía y convocar a elecciones sin proscripciones ni proscriptos). Ricardo Rojo en carta del 18 de diciembre de 1969 lo pone al tanto de los planes de Aramburu. (Infobae 24/06/2017). De modo que el asesinato de Aramburu dejaba a Perón a la intemperie y en manos de la violencia. Esa orfandad de todos modos no podía justificar ni siquiera explicar su carta a Montoneros, cuando los terroristas le piden se expida sobre el crimen y el exiliado aprueba lo actuado. ¡Grave error! Y el peronismo debe asumirlo. Como Aramburu, Frondizi y Balbín asumieron el suyo por los hechos de 1955.
LA IMPRUDENCIA A FLOR DE PIEL
Perón no controlaba su lengua, siempre fue en este sentido un imprudente. Sólo narraré una de sus tantas metidas de patas y agresiones gratuitas e innecesarias que podrían servir de ejemplo en los momentos actuales.
A diez días del inicio de su gobierno comenzó el desborde tan temido. Había ocurrido una revuelta en Bolivia y el Presidente Villarruel terminó colgado de un farol de la Plaza Loreto. En nuestro Parlamento el diputado radical Ernesto Sammartino, otro audaz de la palabra, y dueño de un extraño amaneramiento, sentenció: “Que en pocos días más las sogas de Plaza Loreto penderían de los árboles de la Plaza de Mayo”. Perón no dejó pasar la oportunidad y redobló, avisando que “si querían resolver el problema político argentino con sogas estaba listo para entregar dos metros de piola a cada descamisado y veremos entonces quien cuelga a quien.” Uno peor que el otro.
Volviendo a los 70 estas imprudencias de ningún modo indican que haya sido Perón el creador de las organizaciones armadas. Las utilizó peligrosamente y cuando llegó la hora apareció el Perón de siempre. Pero el lío ya estaba hecho.
Las organizaciones subversivas, después de romper con Perón, o al revés, y luego de su muerte, enfrentaron con una furia irracional al gobierno de Isabel y al conjunto de la sociedad argentina. Bajo su fuego cayeron dirigentes sindicales, militares, empresarios, intelectuales, propios cuadros subversivos que comenzaban a desertar de la locura. Son esas víctimas las que hoy claman al cielo por una respuesta del país.
TERMINAR CON LA SUBVERSIÓN
El gobierno constitucional de Isabel Perón tomó la decisión de acabar con la subversión y ordenó a las FF.AA. actuar sobre ellas con todo el rigor del caso. Si las instituciones republicanas se hubieran mantenido, sin el golpe militar de 1976, la guerra se hubiera desarrollado bajo el control del Ejecutivo, el Legislativo y el Poder Judicial. Hay que considerar que el gobierno de Isabel, agobiado por graves problemas económicos, fin de un ciclo que no analizaremos, no era el de Cámpora. Perón había resuelto el conflicto al echarlo del poder y romper con la subversión. Avalando el desplazamiento de gobernadores comprometidos con Montoneros.
En una palabra, se podía contar con el nuevo gobierno peronista para luchar contra el terrorismo. Los mandos militares tuvieron una lectura equivocada acerca de ese gobierno. Las FF.AA. responsabilizaron al peronismo en su conjunto de la violencia y la guerrilla, sin siquiera apreciar la batalla que ese gobierno venía dando contra la subversión y sin identificar la cuota de responsabilidad que las mismas FF.AA. tenían por dieciocho años de proscripción al que habían sometido a Perón. No habían llegado a la conclusión que en 1969 alcanzó el general Aramburu cuando le hace llegar al exiliado su opinión sobre un acuerdo: “Sin mezquindades, sin recelos sobre el pasado donde todos cometimos errores que aun nos divide” (Infobae 24/06/2017).
Este error estratégico las metió en un vizcacheral del cual, aún, no logran salir. Convocadas a la lucha por el gobierno constitucional no creyeron justo entregarles, su indudable triunfo militar, a ese gobierno.
Las FF.AA. también estaban compenetradas del contexto internacional de Guerra Fría (derrota de EE.UU. en 1975 en Vietnam) pero el gobierno peronista también, de modo que se podría haber actuado respetando las instituciones. En síntesis, se negaron a vencer al terrorismo y regalarle la victoria al peronismo. Entiendo importantes estas consideraciones porque solo faltaban nueve meses para las elecciones e Isabel había anunciado que no sería candidata. Pensaron que derrotando al terrorismo se alzaban con la voluntad del pueblo.
FINAL
La vicepresidente Villarruel no busca ni justificar ni explicar el golpe del 76, sino impedir que la subversión siga siendo valorada o reivindicada. Porque como observó Perón se trata de psicópatas a los que hay que exterminar uno por uno. Con la imprudencia habitual que lo caracterizaba.