Peter Thiel (Palantir, Paypal), el magnate que alerta en «petit comité» sobre el Anticristo

Peter Thiel, empresario de alta tecnología de Silicon Valley, comprometido con el pensamiento libertario, fue el financista de la primera campaña política del actual vicepresidente estadounidense, James David Vance.

Por Religión en Libertad | 21/09/2025

Peter Thiel fue en tiempos el solitario apoyo que tenía Donald Trump en el hostil Silicon Valley, hasta que la meca tecnológica giró a la vista de su nuevo triunfo electoral y se dejó ver en pleno en su toma de posesión.

Justo en el apogeo de su éxito empresarial (y político), Thiel se ha obsesionado con el Apocalipsis, en un giro sorprendente que aborda Mattia Ferraresi en el número de septiembre de Tempi:

Peter Thiel vs. el Anticristo

Peter Thiel nunca ha estado tan satisfecho con este tiempo y, al mismo tiempo, tan preocupado por el fin de los tiempos.

La fortuna del tecnólogo, empresario e inversor, ha pasado en los últimos cinco años de 2 a 26 mil millones de dólares. En ese tiempo el valor de Palantir, la empresa de instrumentos para la inteligencia -la más valiosa de sus compañías, que toman el nombre del mundo de J.R.R. Tolkien– ha crecido un 1.700 por ciento, y solo en el último trimestre de este año superó los 1.000 millones de dólares en ingresos, alcanzando la increíble capitalización de 430.000 millones.

Evolución del patrimonio de Peter Thiel, según la revista 'Forbes' [consulta del 17 de septiembre de 2025].

Evolución del patrimonio de Peter Thiel, según la revista ‘Forbes’ [17 de septiembre de 2025]

Thiel, que apoya a Donald Trump desde el principio, cuando en Silicon Valley su nombre era prácticamente impronunciable, se beneficia del clima político que él mismo ha contribuido a crear y de los generosos contratos con el gobierno federal que sus empresas han logrado obtener.

Además, la revolución de la inteligencia artificial que avanza a pasos agigantados ofrece el ambiente perfecto para la aceleración de la multitud de proyectos e inversiones empresariales encabezados por este visionario de origen alemán, nacionalizado estadounidense y neozelandés por adquisición.

Pero en la lista de prioridades de Thiel todo esto queda relegado frente a su preocupación por el Apocalipsis, que absorbe sus energías y reflexiones más que cualquier otro proyecto.

El punto máximo de su éxito empresarial llega en el momento de su vida en el que probablemente está dedicando menos tiempo a los negocios, concentrándose en cambio en las cosas últimas.

Lecciones a puerta cerrada

Thiel es un ejemplar filosófico e ideológico difícil de encasillar. Es un libertario formado bajo la estrella de Ayn Rand y nutrido de aversión al centralismo estatal, un futurista aceleracionista fascinado por las infinitas posibilidades del individuo, un transhumanista que mira más allá de los límites de la biología humana, un evangélico gay no convencional que ha devuelto espacio al discurso cristiano en los círculos tecnológicos, un animador del Club Bilderberg –epicentro de todas las teorías conspirativas globalistas– y un profeta del «momento straussiano» [ensayo de Thiel en homenaje al filósofo Leo Strauss (1899-1973)], el punto en que se reveló el lado oscuro de las estructuras de seguridad nacidas del Nuevo Orden Mundial tras la Guerra Fría. Pero también es discípulo de René Girard, el filósofo católico que enseñó en Stanford y que, con su teoría del deseo mimético y del chivo expiatorio, ofreció a un grupo fiel de seguidores una clave universal para interpretar la acción humana.

De la última fase de la reflexión de Girard, Thiel ha tomado el interés escatológico, que en los últimos tiempos se ha convertido en un punto recurrente de meditación, expuesto en público con su estilo rapsódico y alusivo, y profundizado de varias formas, lejos de reflectores y micrófonos.

El empresario ha escrito cuatro lecciones sobre el Anticristo, inspiradas en las dictadas a mediados del siglo XIX por San John Henry Newman, proclamado doctor de la Iglesia por León XIV. La idea es poner a prueba las antiguas profecías en el presente.

Thiel impartió las lecciones a puerta cerrada, ante un auditorio selecto de invitados que se comprometieron a no divulgar su contenido. La razón de tanta confidencialidad es que el empresario, cuando habla del fin del mundo, quiere que esa clase intelectual que, por más ideologizada y corrompida, sigue siendo custodia del pensamiento elevado, le tome en serio

¿Quién es el falso mesías?

Hasta el momento ha presentado sus reflexiones en las universidades de Harvard, Oxford y Austin y planea hacerlo en otros lugares, incluso en Roma, donde está convencido de que hay católicos que, sin hacer alarde, creen en los pasajes del Catecismo sobre la venida definitiva de Cristo, el juicio universal y aquella «prueba final que sacudirá la fe de muchos creyentes», es decir, la impostura del Anticristo. El Catecismo dice: «La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un seudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne» (n. 675), especificando que dicha impostura no solo se manifestará al acercarse las cosas últimas, sino que «aparece esbozada ya en el mundo cada vez que se pretende llevar a cabo la esperanza mesiánica en la historia, lo cual no puede alcanzarse sino más allá del tiempo histórico a través del juicio escatológico» (n. 676). La Iglesia ha «rechazado esta falsificación del Reino futuro con el nombre de milenarismo, sobre todo bajo la forma política de un mesianismo secularizado, ‘intrínsecamente perverso’» (n. 676).

En algunas intervenciones públicas, Thiel ha abordado de manera concisa cuestiones apocalípticas que han ocupado su reflexión en los últimos años, provocando diversas interpretaciones y cierta dosis de risitas despectivas.

Ha escrito que la segunda elección de Trump es un signo del apocalipsis –que etimológicamente significa «revelación» o «desvelamiento«– porque revela la naturaleza oscura e íntimamente totalitaria de los gobiernos autoproclamados democráticos que lo precedieron.

Ha vinculado la figura del Anticristo con el ambientalismo milenarista de Greta Thunberg, ha señalado la tentación de instaurar un gobierno mundial único como la madre de todos los milenarismos, ha sugerido que el reino del Anticristo se encarna de manera suprema en la Unión Europea, y en algunos momentos ha dejado entrever que el crecimiento de la inteligencia artificial fuera del control de sus creadores es una manifestación anticrística.

En otros contextos, en cambio, ha insinuado lo contrario: que la revolución de la IA es la respuesta largamente esperada a un periodo de al menos cincuenta años de estancamiento del progreso tecnológico, que sí sería un signo inequívoco del adormecimiento del ingenio humano, un decaimiento que preludia el fin.

El destino de los hombres

Thiel habla en imágenes proféticas, asociaciones de ideas y enigmas. El hilo lógico de su razonamiento sobre los signos del fin de los tiempos aparece de manera intermitente, pero su mensaje al debate es claro: es hora de liberarse de la jaula del racionalismo para volver a pensar en términos apocalípticos, es decir, teniendo en cuenta que la historia tiene un sentido y un destino del que los hombres no son dueños, aunque no sean espectadores inertes, sino partícipes de su desarrollo.

En su análisis, Thiel se centra en particular en el katéchon/katejón, literalmente «lo que retiene», la fuerza (o persona) de la que habla San Pablo en la carta a los Tesalonicenses (2 Tes 2, 6-7) y que impide, al menos temporalmente, que el Anticristo (2 Tes 2, 3-10) prevalezca. El politólogo y jurista Carl Schmitt, otro referente de Thiel, situó la noción de katéchon en el centro de su teología política, siguiendo la antigua tradición que lo identificaba con una estructura o poder histórico concreto. Schmitt sostuvo que podía reconocer al katéchon en la historia hasta 1948, lo que incluía la nefasta interpretación de ver en el Tercer Reich el freno que habría impedido imponerse a un régimen aún peor: el comunismo bolchevique. Después de 1948, reconocer al katéchon se volvió más complicado.

Thiel maneja algunas hipótesis para llenar ese vacío: por ejemplo, el anticomunismo como ideología que contuvo al proyecto soviético hasta su colapso, y luego el movimiento MAGA como fuerza de oposición al «socialismo woke«. Pero en el fondo de su intento está el deseo de superar el rígido esquema histórico sobre la interpretación de los signos del fin de los tiempos.

«No inmanentizar el ‘katéchon'»

En otras palabras, Thiel querría corregir la visión de Schmitt. ¿Cómo? Apoyándose en la teoría mimética de Girard. Uno de los temas en los que insistió el pensador francés es que el katéchon/katéjon siempre se ve tentado a convertirse él mismo en el Anticristo. Después de ejercer su labor de «retención», la fuerza que se opone al mal corre el riesgo de transformarse en su opuesto, convirtiéndose en lo que hasta ese momento había conjurado. Son los anticomunistas quienes, tras ganar su batalla histórica, en lugar de volver a sus quehaceres, se tomaron la molestia de sentar las bases de una ideología globalista de corte liberal. Por lo tanto, hay que ser extremadamente cautelosos a la hora de confiar en una estructura histórica como vehículo seguro de las fuerzas del bien.

Thiel regaló a los participantes a sus clases una camiseta con la inscripción: No immanentizar el ‘katéchon’. Se trata de un lema jocoso -digámoslo así- sobre un pasaje del filósofo Eric Voegelin, que instaba a no «immanentizar el eschaton«, es decir, a no creer que el cumplimiento del fin de los tiempos pueda encarnarse en un proyecto histórico, inmanente. La frase fue retomada por William Buckley, el padre del conservadurismo americano moderno, quien, como brillante comunicador, logró convertirla en un eslogan erudito de campaña electoral para alertar a los votantes republicanos contra todas las utopías.

Thiel aplica el mismo principio al katéchon, advirtiendo en cierto modo a quienes le escuchan que cualquier fuerza política que se interponga como freno al advenimiento del Anticristo camina por una cuerda floja vertiginosa. Una vez cumplida su tarea, puede acabar dejándose llevar y convirtiéndose en lo que pretendía evitar. ¿Se aplica esta lógica también a Trump y a su tupé katechontico? Thiel no ve este riesgo por el momento, pero es mejor no immanentizar demasiado.