Se estima que el PBI por habitante de Argentina en 1910 era el sexto del mundo. Pero un país de ocho millones de habitantes como muestra el censo nacional de 1914 no es una potencia mundial. Noruega o Dubai tienen un PBI por habitante superior a los Estados Unidos, pero a nadie serio se le ocurre calificarlos como potencias mundiales. Ningún dirigente argentino en 1910 decía que éramos una potencia mundial.
Por Roberto Azaretto | 27/07/2025

El uso faccioso de la historia desde la política es un defecto persistente, entre tantos, de parte de la dirigencia argentina. En las disputas políticas brasileñas, por ejemplo, nadie utiliza los aciertos o fracasos de la monarquía que imperó en nuestro vecino hasta 1889 o las acciones y omisiones de los presidentes que se sucedieron desde que se instauró la república. Tal vez porque tengan más claro que nosotros los objetivos nacionales y estén más ocupados en concretarlos.
En este siglo, un populismo nos quiso imponer una versión inspirada en un revisionismo anacrónico, hijo del nacionalismo de los treinta, que buscaba en el pasado legitimarse. El populismo que lo reemplazó, aunque vocifere libertad y liberalismo, también pretende imponer un relato faccioso que no tiene nada que ver con la historia real del país.
El presidente que no tolera las opiniones diferentes y reacciona con agravios por no estar en condiciones de debatir, en actitudes que de liberales nada tienen, ataca a personas e instituciones de acreditada formación y prestigio académico, que muestran los dislates que afloran en muchas de sus afirmaciones con pretensión de imponerlas como si fuera un profeta del antiguo testamento.
El presidente Milei, que presume saber de economía, muestra saber poco de historia económica, o tal vez su propensión a la desmesura lo haya confundido, como, esta intromisión en la discusión entre el nuevo titular, designado sin concurso, de la Casa de Tucumán y la doctora Perochena sobre la afirmación que la Argentina era una potencia mundial en 1910.
Estamos en tiempos que los debates se reducen a los cuarenta caracteres de twitter. Sarmiento y Alberdi polemizaban hasta el agravio personal, pero, intercambiaron cartas que llenan unas doscientas páginas. Sin twitter, muchos opinadores no podrían publicar pavadas incapaces de escribir una carta de una carilla.
La Argentina tuvo entre 1893 y 1914 un crecimiento económico formidable, en ese tiempo duplicó su población y cuadriplicó su PBI dando lugar a una expansión de las clases medias notable. Un siglo antes los territorios que formaron la Argentina eran el rincón más despoblado y pobre del Imperio Español en América. En 1910 la Argentina era el más rico, posición que mantuvo durante la primera mitad del siglo, coincidiendo con la declinación del Brasil entre 1870 y 1920.
Se estima que el PBI por habitante en 1910 era el sexto del mundo. Pero un país de ocho millones de habitantes como muestra el censo nacional de 1914 no es una potencia mundial. Noruega o Dubai tienen un PBI por habitante superior a los Estados Unidos, pero a nadie serio se le ocurre calificarlos como potencias mundiales.
La Argentina a partir de consolidar la unión nacional inició un proceso que implicó la formación de un estado capaz de garantizar el orden, ocupar el territorio ejerciendo plena soberanía sobre la totalidad del mismo, construir con inversiones privadas y estatales la red de comunicaciones que integraran al país como los telégrafos y los ferrocarriles, terminar con el analfabetismo, privatizar tierras que transformaron una sociedad pastoril en un productor agrícola y ganadero con el inicio de sus industrias alimenticias y que en 1910 ya abordaba temas como la industrialización y los problemas sociales propios de una sociedad en transformación.
En el discurso de Roca, de Emilio Civit, de Victorino de la Plaza hay satisfacción por los logros obtenidos desde 1880 pero también conciencia que faltaba mucho para hacer y que aparecían problemas nuevos.
Ningún dirigente argentino en 1910 decía que éramos una potencia mundial. En su último discurso ocupando una banca de diputado nacional, poco antes de fallecer, decía el ex presidente Carlos Pellegrini: “Tengo la fe más absoluta que al finalizar el siglo XX, seremos no sólo la potencia más grande de la América española, sino una de las más grandes del mundo. Y si no lo somos, no será por culpa de nuestra política exterior, sino por causas internas…”
Una potencia mundial es un país o estado que tiene influencia significativa en la política, la economía, la cultural a nivel mundial. Entre las condiciones que debe reunir debe contar con una población numerosa, educada y calificada. Una economía fuerte diversificada y competitiva, con alta capacidad de producción y participación significativa en el comercio internacional.
Debe contar con un poder militar con fuerzas armadas modernas y equipadas con capacidad para proyectar y proteger los intereses nacionales en el exterior. Su influencia política se percibe en si tiene capacidad de influir en la toma de decisiones y en la resolución de conflictos globales. Capacidad tecnológica y científica, con fuertes inversiones en innovación, investigación y capacidad de adaptarse a los cambios. Proyección de su cultura. Estabilidad política con instituciones sólidas. Infraestructura moderna.
Lo que sí logró el país fue, hasta buena parte del siglo pasado, convertirse en una potencia mediana con influencia regional, que no es ser una potencia mundial.