La elección de Donald Trump representa un cambio de fondo en el sistema global y obliga a un replanteo de fondo de carácter estratégico y político, incluyendo a Brasil y Argentina.
Por Jorge Castro | 17/11/2024
Donald Trump se impuso en los 7 estados cambiantes (“swing states”) que determinan el resultado en el Colegio Electoral (Pensilvania, Michigan, Wisconsin, Georgia, Carolina del Norte, Arizona, y Nevada), y de esa manera logró más de 270 bancas en esta institución decisiva.
Al mismo tiempo, logró el control del Senado, y se aseguraría una mayor representación en la Cámara Baja, pero lo notable es que también obtuvo la primacía en el voto popular, con una diferencia de más de 6,5 millones de votos respecto a la candidata demócrata Kamala Harris.
Trump, en suma, ha obtenido un formidable poder político, lo que sumado al voto popular le otorga un mandato rotundo a su 2° gobierno a contar del 20 de enero de 2025.
Esto modifica el posicionamiento internacional de EE.UU. en los últimos 4 años, durante los cuales experimentó un debilitamiento excepcional de carácter geopolítico, con rasgos incluso de vacío de poder en Washington, debido a la virtual desaparición de la autoridad presidencial de Joe Biden.
Esto implica que el 5 de noviembre acarreó un cambio de fondo en el sistema global, lo que abre nuevas perspectivas para todos los países del mundo, y los obliga a un replanteo de fondo de carácter estratégico/político, incluyendo ciertamente a los de América del Sur, sobre todo a los que revelan un mayor grado de protagonismo internacional, como es el caso de Brasil y la Argentina.
El triunfo de Trump como hecho histórico es inseparable de su personalidad, y una muestra arquetípica del significado del liderazgo en la construcción de los grandes acontecimientos históricos.
Hay que advertir que el auténtico calibre de un líder se revela en la adversidad, y Trump ha enfrentado en los últimos cuatro años 4 causas federales en las que se lo acusa por 94 delitos, e incluso ha recibido una condena en un tribunal local de Nueva York que tiene todas las características de una desenfrenada persecución política.
Además, recibió en los últimos 60 días 2 atentados; y después de todo ésto, una suerte de prolongada agonía, ha obtenido la victoria del 5 de noviembre que le asegura su instalación en la Casa Blanca a partir del 20 de enero del próximo año.
“La energía es la virtud esencial de los estadistas”, señala Max Weber; y Donald Trump es un hombre de 77 años que en el último día de la campaña electoral que lo llevó al triunfo del 5 de noviembre realizó cuatro actos multitudinarios en sendos estados de la Unión.
Trump superó en el voto popular en más de 6,5 millones de sufragios a Kamala Harris (51% vs 47.1%), y se impuso incluso en estados como New Jersey, en donde el resto de los cargos fueron para los demócratas.
Son ya 6 las contiendas presidenciales en que el voto popular correspondió invariablemente a los demócratas, y ahora ha aparecido esta novedad histórica, políticamente superlativa.
En el discurso de la victoria pronunciado en la madrugada del 5 de noviembre, Trump anunció que EE.UU abría paso ahora a “una nueva Era Dorada” de prosperidad y de mejora sistemática de las condiciones de vida.
Significativamente, inmediatamente después, saludó y agradeció a la “nueva estrella” del firmamento político norteamericano que es Elon Musk, convertido en una figura fundamental de la campaña electoral.
No hay que tomar esta afirmación como una metáfora híper-optimista de contenido esencialmente político, porque la “Era Dorada” que promete ahora Trump tiene un contenido concreto de carácter histórico-estructural: ante todo, declarar de inmediato la “emergencia energética” a partir de enero de 2025; y a partir de allí multiplicar por 4 la perforación de pozos gasíferos y petroleros de acuerdo a la repetida consigna electoral (“Drill baby, drill”), con el objetivo de disminuir a la mitad el precio de la gasolina, y de esa manera reducir drásticamente el costo de vida.
Luego, a través de Elon Musk, incorporado de manera directa al nuevo gobierno, desatar un proceso sistemático de desregulación de la economía y de recortes de toda la estructura ineficiente del Estado, combinando ésto con la utilización intensiva de la Inteligencia artificial, capaz de quebrar el status quo en todas partes al mismo tiempo.
Atrás de estos acontecimientos hay una gran visión histórica, que se sustenta en el convencimiento de que la oportunidad es ésta y el momento de actuar ahora.
La “Era Dorada” que se promete a EE.UU. tiene un carácter inmediatamente global, porque la economía norteamericana es el eje y cuna de la revolución tecnológica de la Inteligencia artificial, convertida en el signo de la época.
Por eso el triunfo de Trump el 5 de noviembre es un extraordinario detonante del status quo en todas partes sin excepción; y esto es lo que puede convertir a Donald Trump en una figura que inaugura una nueva época en la historia del mundo.
Para todos los países del sistema global, y en primer lugar los de América del Sur, se trata de participar de este nuevo orden que empieza a manifestarse a partir del 5 de noviembre; y lo que determina la mayor o menor lejanía de la nueva civilización que se esboza es el posicionamiento que se adquiera en el mismo.
Todo esto está inscripto como en un codicilo cargado de sentido en ese día histórico que es el 5 de noviembre para EE.UU y el mundo.