Por GD (R) Gustavo Jorge L. Motta | 21/04/2024
Según la Real Academia Española, un imperativo es un deber o una obligación inexcusable. Podríamos decir entonces, sin temor a equivocarnos, que la Defensa Nacional es un imperativo fijado por la Constitución Nacional con el propósito de garantizar de modo permanente la soberanía e independencia de nuestra Nación, la integridad territorial, la capacidad de autodeterminación, la protección de la vida y la libertad de los habitantes.
Los conflictos son inherentes a la naturaleza humana en tanto que cada ser vivo es portador de objetivos y, por esa razón, ellos juegan un papel importante en los grupos sociales y naciones. Clausewitz decía que hablar de guerra o de conflictos armados significaba referirse a un “fenómeno social fundado en la naturaleza humana” y que los conflictos armados constituyen un acto de fuerza para obligar al contrario a cumplimiento de nuestra voluntad. Pero también puntualizó, que la guerra es un instrumento de la política y no un fin en sí mismo, una parte del intercambio político por otros medios. Estas atinadas afirmaciones nos indican que, en todos los casos, siempre la primacía de lo político está presente, porque fija las fines, desarrolla los medios y pondera los riesgos y costos.
Porque, como puntualiza el destacado General de Vergara, el equilibrio o estabilidad internacional puede ser interpretado como la maximización de la posición política de cada unidad estatal dentro del sistema, mediante la acumulación de recursos militares y económicos.
Hoy, al igual que ayer, se sigue observando que existe una dinámica constante en las relaciones entre estados que se rigen por intereses y que, en el tablero estratégico mundial y regional, las amenazas y riesgos a la seguridad afloran, aparecen y desaparecen en cualquier momento.
Basta observar la evolución en el conflicto en Ucrania, la creciente inestabilidad en el Medio Oriente, las escaramuzas y el juego de poder en el Mar de China o la persistencia de conflictos en el África e incluso en América Latina. Por ejemplo, mientras escribimos estas líneas, en Haití se vive una situación desesperante. Sin imperio de la ley, corrupción, una profunda crisis humanitaria, sin poder del estado y con bandas armadas criminales que controlan ciudades, rutas y territorio. No pasará mucho tiempo en que la comunidad internacional deba intervenir ante la ruptura de la paz y el orden.
En este punto se podrían señalar varias cuestiones de interés. La primera es que los conflictos son únicos e irrepetibles. Consecuentemente, el diseño de capacidades militares debe apuntar a prepararse no para la guerra que pasó, sino para aquellas del futuro.
Ello nos habla del imperativo de contar con fuerzas militares adecuadas a los fines buscados, contar con tecnologías modernas, disponer de un marco normativo acorde y que el poder político asigne los recursos financieros para los programas de modernización y los sistemas de fuerzas.
La segunda es que ningún actor estratégico puede darse por sí solo su propia seguridad. A nivel regional e internacional es necesario establecer vínculos de seguridad compartidos que apunten a su finalidad primaria y también faciliten la obtención de nuevas capacidades con facilidades y precios razonables.
La tercera es que los estados no son, desde hace ya un tiempo, los únicos actores importantes a ser considerados. La seguridad internacional y de cada uno de los estados se ven menguadas por la capacidad de otros actores no estatales, estados fallidos o en proceso de serlo y regiones con escasa o nula gobernabilidad. A ello deberían agregarse las dinámicas propias del cambio climático, la proliferación de armas de destrucción masiva, el terrorismo, el crimen transnacional, las drogas, las pandemias y la degradación ambiental en un mundo cada vez más impactado por la globalización y la revolución tecnológica.
La cuarta es que la seguridad de toda nación, es decir la protección de sus intereses, no descansan en un solo sector o institución, sino que requiere del empleo mancomunado de todos los medios del poder nacional manifestados en su geografía, recursos y población. La custodia del mar, el extenso territorio, la falta de infraestructura, entre otros, requieren continua atención.
El poder nacional deviene de la sumatoria sinérgica de los denominados factores de poder y engloba lo económico, político, militar, psicológico e informativo. Mientras que el factor político otorga el liderazgo necesario de una nación y facilita el pleno empleo de los recursos humanos, naturales, tecnológicos, la capacidad industrial, la política exterior y la ideología para fortalecer el poder nacional, el poder militar provee una caja de herramientas imprescindible ligada, en última instancia, a la preservación de los intereses vitales y a la supervivencia del estado.
Para ello, es imperativo poseer capacidades adecuadas. De hecho, luego de muchos vaivenes y análisis, se ve como auspicioso la probabilidad concreta de recuperación de la capacidad caza interceptora, a lo que se deberían agregar, lo más pronto posible, los submarinos y una brigada de vehículos blindados a rueda para el Ejército Argentino. Nadie negocia con quien no posea una capacidad mínima aceptable en el concierto mundial.
Y la última consideración es que, como lo vienen haciendo muchos países, la política nacional debiera escribir una estrategia de nivel nacional o general, también llamada de seguridad nacional -aunque en la región el término haya sido demonizado. Esta estrategia cohesiona a todos los actores del quehacer nacional, orienta y guía las acciones y, fija políticas de estado que deben persistir en el tiempo, La estrategia nacional logra, cuando es bien conducida y ejecutada, una mayor libertad de acción para operar en los ambientes actuales que se avizoran cada vez más disruptivos, complejos, volátiles, inciertos y ambiguos.
Algunos autores incluyen, cuando hablan de estrategia, el concepto de imperativos estratégicos de un estado, entendidos como aquellas grandes áreas u objetivos que son clave para buscar y mantener mediante la disponibilidad de adecuadas capacidades. Entre estos imperativos se incluyen: el mantenimiento de la unidad territorial, la protección de fronteras, al mantenimiento de líneas de comunicaciones y del comercio, el desarrollo y bienestar, la obtención y retención de un nivel adecuado poder relativo y, en un mundo cada vez más hiperconectado, el mantenimiento de la conectividad en todo tiempo, la capilaridad, el acceso satelital, los nodos y el acceso satelital.
Por todo ello, insistimos con lo mismo. Las Fuerzas Armadas son un elemento esencial que contribuye a los fines de la República; cada uno de sus miembros esta imbuido de los valores sanmartinianos, del respeto irrestricto de las Leyes y una absoluta vocación de servicio. Ellas realizan un aporte importante en todos sus ámbitos de acción.
Son un componente del poder nacional central para preservar los intereses vitales de la nación. Por esta razón, contar con razonables capacidades militares es un imperativo político – estratégico que no está ligado a la existencia de amenazas sino, a la supervivencia del estado.
La misión principal de las FFAA tiene dos aristas principales; por un lado, ejercer la disuasión y por otro, su empleo efectivo. Para ambas, deben estar preparadas para operar, en todo momento, en el ámbito terrestre, naval, aeroespacial y cibernético, conforme a lo que disponga el Poder Ejecutivo Nacional y las leyes que regulen su empleo.
Las actuales guerras y conflictos nos permiten visualizar que el pensamiento estratégico nacional y militar, debe apuntar a variadas contingencias de empleo y que, para ello, la planificación sola no basta. Es necesario contar con medios, doctrina, adiestramiento y recursos asignados en forma efectiva.
El carácter los conflictos ha cambiado y lo que estaba vigente durante la Guerra Fría ya debería haber sido revisado. La defensa de nuestro querido país no puede ser tratada como un área irrelevante. Por el contrario, necesita de un marco normativo actualizado, integral y moderno. También requiere del consorcio de lo público y privado y la asignación y sostén de un presupuesto razonable, que podría rondar en pocos años en 1,4 % del PBI. Las fuerzas militares han hecho, durante muchos años, una importante racionalización. No hay espacio para reducciones adicionales cuantitativas y cualitativas. El territorio nacional es muy extenso, variado y las disputas y conflictos aparecen más rápido de lo que se diseña una fuerza adecuada. La variable presupuestaria es muy importante, pero no es única ni excluyente.
Para terminar: si queremos tener mejores capacidades desde el punto de vista cualitativo, la tecnología es crucial. La Inteligencia Artificial, la Computación Cuántica, la Robótica, la Internet de la Cosas, etc. nos plantean numerosos desafíos. Cuando un actor monopoliza una tecnología irremplazable, obtiene más poder y más libertad de acción. Consecuentemente, invertir en formar y retener recursos humanos jóvenes y bien profesionales es mandatorio y también un imperativo estratégico.